domingo, 29 de abril de 2012

Recordando mis últimas vacaciones

Y por fín mi reportaje sobre el viaje a Praga que hice en enero ya está listo. Me ha llevado más tiempo del que tenía previsto tardar, pero entre el poco tiempo que me deja el trabajo para disfrutar de mis hobbies y la pereza que me entraba los fines de semana, lo he tenido apartado unos días. Ahí va:

A mediados de enero, estaba disfrutando de unas perfectas vacaciones en uno de las ciudades que nunca me había llamado la atención hasta que encontré una oferta de última hora y decidimos hacer la prueba. Hablo de Praga, capital de la República Checa. Fuimos preparados a pasar frío con temperaturas bajo cero y nieve. Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que justo elegimos la mejor semana para visitarla ya que los termometros rondaban los 4/-4 grados (una semana más tarde ya estaban sobre los -15). Un punto a favor!!

Llegamos bastante tarde al aeropuerto de Praga, a eso de las 10.30 de la noche y nos fuimos directos al hotel, que aunque estaba un poco alejado del centro, su ubicación no podía ser mejor ya que teníamos todo tipo de tiendas, centro comerciales y restaurantes alrededor. En cuanto dejamos las maletas en el hotel, bajamos al restaurante que teníamos justo enfrente y nos tomamos nuestro primer par de cervezas. He de decir que Praga es uno de los mejores sitios para los amantes de la cerveza, ya que el precio de una jarra de un litro normalmente no sobrepasa el euro y medio. Otro punto a favor!! (y ya van dos). Y de ahí, vuelta al hotel a descansar para el día siguiente.

DÍA 1 - Old Town y alrededores (Staré Město)

Es la zona más turística de Praga, ya que en ella se pueden encontrar desde las típicas tiendas de recuerdos hasta los monumentos más característicos de la ciudad. Es el caso del Puente de Carlos, la Torre de la Pólvora o el Reloj Astronómico (Staroměstský orloj en checo). Éste último es toda una atracción en la ciudad, situado en la cara sur del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja. Cada hora, decenas de personas se agrupan frente a él para ver las campanadas, ya que cuando el reloj marca las horas se puede contemplar el desfile de los 12 apostóles en las ventanas superiores.
Reloj Astronómico de Praga
Está ubicada en la misma Plaza de la Ciudad Vieja, en opinión de muchos expertos, una de las plazas más bonitas y con más encanto de Europa. 

Plaza de la Ciudad Vieja, con el monumento a Jan Hus y el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja
Otro de los sitios más concurridos de la zona es el Puente de Carlos IV (Karlův most en checo), un puente muy pintoresco que une la Ciudad Vieja con Malá Strana. A lo largo de él, 30 estatuas vigilan a los miles de turistas que pasean diariamente entre comerciantes y artistas que intentan hacer dinero vendiendo todo tipo de artículos, desde cuadros hasta joyas artesanales.
Puente de Carlos IV
No muy lejos de ahí, volviendo sobre nuestros pasos, se encuentra la Torre de la Pólvora, una de las 13 torres que constituían la muralla defensiva erigida allá por el siglo XIII y que era una de las entradas principales de la ciudad. Hoy en día, sirve de unión entre la parte vieja de la ciudad y una de las zonas comerciales más concurridas por su gran variedad de tiendas de moda, la Ciudad Nueva.

Torre de la Pólvora
Paseando por la zona, es habitual encontrarte con los típicos puestos de comida en el que disfrutar de unos de los perritos calientes más sabrosos que he probado en mucho tiempo. ¡¡Y a muy buen precio!! (Seguimos sumando puntos...). Si mal no recuerdo, había una haciendo esquina con la parada de metro de Mustek, dirección a la Plaza Wenceslao (frente al Museo Nacional), otro de los sitios característicos de la zona ya que es el lugar tradicional y favorito para organizar manifestaciones de cualquier tipo.

Plaza Wenceslao, con el Museo Nacional al fondo
Desde ahí, fuimos otra vez dirección al Río Moldava, esta vez hacia la Casa Danzante, también conodido como "Ginger y Fred". Es un edificio diseñado por los arquitectos Frank Gehry y Vlado Milunic y su forma se asemeja a una pareja de bailarines, basada en la historia de amor de Ginger Rogers y Fred Astair.
Casa Danzante ("Ginger y Fred")
Está justo al lado de otro de los puentes de Praga, el cual cogimos para ir nuevamente al punto de partida: el hotel. No sabría decir cuántos kilómetros anduvimos ese día, pero llegó un momento en el que mis pies dijeron basta y teniendo en cuenta que todavía nos quedaban otros seis días de recorridos, decidimos poner punto y final a esa larga jornada. Y qué mejor forma que degustando uno de los más típicos platos de la gastronomía checa, el goulash, regado con un par de jarras de cerveza.


DÍA 2 - Castillo de Praga, Hradcany, Nerudova y Parque Letná

Aunque el día ameneció tranquilo, con el paso de las horas se nubló e incluso nos llegó a nevar. Pero no fue impedimento para ponernos en marcha y visitar quizás una de las zonas más significativas de la ciudad. El Castillo de Praga está situado en una de las zonas más altas de la ciudad, como si estuviese colocado estratégicamente a modo de defensa de la ciudad. Para llegar arriba, hay que cruzar el barrio Nerudova, que va desde la Plaza de Mala Strana hasta el Barrio Hradcany, construído en la parte exterior del castillo y donde abundan las tiendas de recuerdos, en su mayoría objetos hechos a mano siguiendo la tradición checa. El colorido de sus edificios y calles contrasta con el tono grisáceo del gran edificio situado a unos cuantos metros arriba: el Castillo. ´

Casi con la lengua fuera por el recorrido (ya que la calle es bastante empinada), llegamos al Castillo, cuya entrada principal está situada frente a una gran plaza. Ya en la entrada, nos esperaban los típicos guardias con gorro de pelo que, aunque hacía un frío de mil demonios, no movían ni pizca su semblante serio.

Entrada del Castillo
Una vez dentro, empezamos con el recorrido de sus distintos patios y edificios. No recuerdo bien cuánto había que pagar por la visita, pero nos pareció bastante económico teniendo en cuenta todo lo que había por ver. Los edificios y lugares principales son:
Catedral de San Vito       Salón del Palacio Real  Callejón del  Oro (donde vivió Franz Kafka)
Una vez visto todo, nos dirigimos hacia Hradcany, al oeste, ya que era hora de comer y nos habían recomendado un restaurante de los que nos gustan a nosotros: bueno y barato. No lo encontramos, pero en su lugar, terminamos comiendo en un pequeño restaurante con bastante encanto en el que, por suerte, también hablaban algo de español.

Después de llenar la panza, nos pusimos otra vez en marcha y volvimos hacia el Castillo para ver los jardines que lo bordean. Pero, por desgracia, nos enteramos que en invierno estaban cerrados al público y como todavía era bastante pronto (no eran ni las tres de la tarde), decidimos pasear un poco por la zona. No sabíamos muy bien dónde estabamos y para entonces ya habían empezado a caer los primeros copos de nieve, que por suerte no tardaron mucho en desaparecer. Como vimos que la carretera por donde nos dirigíamos descendía y como de todas formas teníamos que bajar para volver al centro de la ciudad, seguimos con la ruta. Aparecimos en un enorme parque, que sin saberlo, era donde se encontraba uno de los sitios que mi amiga Laura (que estuvo cinco meses trabajando como periodista) me había recomendado: el Metrónomo. Desde ahí se podía ver todo Praga, según ella, uno de los mejores puntos desde donde se puede ver la ciudad entera. La verdad es que la zona estaba bastante abandonada y parecía el típico punto de encuentro para hacer botellón. Fuera aparte de esto, las vistas eran preciosas.

Vistas desde el Metrónomo (Parque Letná)
Muy cerca del Parque Letná, se encuentra el Museo Nacional de la Técnica, donde las mentes más despiertas pueden disfrutar de secciones tales como transporte, ciencia o cine. Lamentablemente, no tuvimos tiempo para visitarlo, ya que la mayoría de los museos cerraban entre las 16:30 y las 18:00 de la tarde, y a esas horas no nos merecía la pena pagar la entrada para tener que verlo todo corriendo. Así que seguimos bajando y aparecimos nuevamente frente al Moldava. De allí, nos dirigimos otra vez a la zona turística para seguir callejeando por la zona, ya que todavía no habíamos tenido la oportunidad de visitarla de noche.
Barrio de Mala Strana
El segundo día de viaje llegaba a su fin y teníamos que decidir dónde y qué cenar. Nos decantamos por tomar unas cuantas cervezas y volver andando a la zona del hotel, que aunque se encontraba algo lejos del lugar y los pies nos decían que parasemos, las ganas de conocer cada recoveco de Praga superaba todo lo demás. Tras algo más de media hora callejeando, llegamos al centro comercial de al lado del hotel y comimos en un restaurantes de comida rápida. De ahí al hotel, a planificar todos los detalles del viaje que haríamos al día siguiente.

DÍA 3 - Kutná Hora

El tercer día nos levantamos pronto, ya que teníamos que coger un autobús que nos llevaría a otra de las ciudades más importantes del país: Kutná Hora. Se encuentra a unos 60 km, a hora y media en autobús desde Praga. Era otro de los lugares que tenía apuntado como visita obligatoria. La verdad es que la ciudad no nos pareció muy bonita, parecía que se había quedado anclada en la época comunista. No tenía nada que ver con Praga. Sus calles y edificios parecían no haberse renovado desde aquella época y esos días parecía que no había muchos turistas. Aunque ibamos con mapa en mano, hubo un momento que nos desorientamos y decidimos preguntar a los viandantes. Al contrario que en Praga, parecían no entender el inglés y tuvimos que comunicarnos mediante señas. Pero, como dice el dicho, "preguntando se llega a Roma". En nuestro caso, al Osario de Sedlec, más conocido como la "Iglesia de los Huesos".

Yo ya había visto unas cuantas fotos del lugar, me las mostró mi amiga Laura de cuando estuvo de visita. Y la verdad es que aunque parecía un lugar algo tétrico, me fascinó la creatividad que tuvo el autor a la hora de crear diferentes formas con los huesos de los más de 40 mil personas que fueron amantonándose durante siglos en la cripta del monasterio. Desde calaveras y fémures colgados a modo de guirnaldas hasta lámparas de araña confeccionados con al menos un ejemplar de cada hueso que integran el esqueleto del cuerpo humano, y hasta un escudo de armas de la familia.
Osario de Sedlec (Kutná Hora)
Cogimos una entrada conjunta que nos permitía visitar diferentes monumentos de la ciudad y nuestro siguiente destino fue la Catedral de Santa Bárbara. He de decir que no estoy muy puesta en el mundo del arte y es por ello por lo que no llego a disfrutar tanto a la hora de visitar iglesias, catedrales, monasterios... La Catedral de Santa Bárbara es una estructura inmensa de estilo gótico que me impactó por su grandeza y sus detalles. Aunque las obras que se estaban llevando a cabo deslucían un poco su belleza.
Catedral de Santa Bárbara
Para cuando terminamos la visita, era ya mediodía y el hambre ya se estaba apoderando de nosotros, por lo que fuimos a comer a un restaurante italiano. Aunque nuestros pies nos agradecían un rato de relax, lo cierto es que no podíamos demorarnos mucho ya que el autobús de vuelta a Praga salía a las 17:30 y todavía nos faltaban un par de cosas por visitar. No muy lejos de allí, estaban las dos siguientes paradas de la ruta: el castillete (Hradek) y la Iglesia de Santiago. Eran menos de las 16:00, pero los dos sitios estaban cerrados (parece que en invierno es muy usual que éstos tipos de monumentos permanezcan cerrados), y como no teníamos más lugares a los que ir nos pusimos a hacer un poco el tonto y a jugar con la nieve que se había acumulado en las calles. Aunque no era mucha, nos dio hasta para hacer muñecos de nieve (en miniatura, eso sí.). Mirad qué mono quedó el mío....
Muñeco de nieve en Kutná Hora
Con las manos heladas y la ropa algo mojada por la guerra de bolas de nieve, nos volvimos a la estación de autobuses para ir de vuelta a Praga. Cuando llegamos al hotel, nos mudamos y bajamos nuevamente a la calle para decidir dónde cenar. Descubrimos un restaurante típico checo en el que había siempre tanta gente que más de una vez tuvimos que dar media vuelta y elegir otro lugar donde cenar. Afortunadamente, ese día nos hicieron un hueco y pudimos cenar tranquilos.

Tercer día y el cansancio iba acumulándose cada vez más en nuestros cuerpos, pero sabíamos que unas cuantas horas de sueño ayudarían a sentirnos mejor. Además, al día siguiente no teníamos ningún viaje programado porque habían anunciado mal tiempo y pensamos que lo mejor sería ir a visitar algún que otro museo o cualquier otro lugar cerrado. Por lo que el cuarto día podíamos dormir hasta un poco más tarde.

DÍA 4 - Petrín

Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que el cuarto día amaneció bastante soleado, con algún que otro tejado teñido de blanco por la nieve caida durante la noche. Decidimos que era el día perfecto para subir a la colina de Petrín cogiendo el funicular. Su cima está coronada con una torre de 62 metros de altura construida en 1891 para la Gran Exposición Nacional de Praga. Esta edificación recuerda a la Torre Eiffel de París y una vez subidos los 299 escalones de las que se constituye, se puede disfrutar de las mejores vistas de la ciudad e incluso de los bosques de Bohemia.
Torre de Petrín y vistas desde ella
Los alrededores estaban cubiertos por un manto blanco como consecuencia de la nevada caida la noche anterior y también nos dió tiempo a jugar otro poco con la nieve y con los columpios que estaban al otro lado de la muralla.

Cruzando la muralla, estaba el bosque que serpenteaba por la ladera de la colina y descendía por una pista hacia la ciudad. Cogimos ese camino, pero no antes de entrar en la Casa de los Espejos, el típico laberinto lleno de espejos que muestran distintos reflejos de una misma persona: los que te convertían en enano, los que te alargaban las piernas como si llevases zancos... La verdad es que siempre había querido entrar en uno de ellos para echar alguna que otra risa con los resultados.
Dentro de la Casa de los Espejos
De camino de vuelta al centro de la ciudad, paramos en un restaurante al que habíamos ido el segundo día y nos pareció tan barato y tan de buena calidad, que decidimos volver a comer allí. Después de llenar la tripa, paseamos por la orilla del río Moldava disfrutando del paisaje que ofrecía el atardecer y volvimos a la Ciudad Vieja, dispuestos a visitar el Barrio Judío. Pero como de costumbre, era ya tarde para entrar a los museos y sinagogas de la zona y nos conformamos con verlos desde fuera. Teníamos todavía otros dos días para visitar la zona. Bueno, en realidad sólo uno, ya que el quinto día lo teníamos reservado para ir a Terezín, antiguo guetto y campo de concentración de la época de la Segunda Guerra Mundial.

Volviendo al Barrio Judío, vimos algunas de las sinagogas desde fuera y paseamos por la zona más cool de la ciudad, repleta de las tiendas de moda más exclusivas. Llegaba el momento de hacer otro parón. El cansancio y el frío nos pedía a gritos un café caliente. Al contrario que con la cerveza, el café es algo más caro que en los bares de aquí y tampoco es que su calidad fuese nada del otro mundo. Pero.... ¿y lo bien que entraba?

Muy cerca de allí, fuimos a una pista de patinaje al aire libre. Me hacía ilusión, ya que hacía años que no patinaba. Nos calzamos nuestras botas y en el momento que pisé el hielo, me dí cuenta que no había sido una buena idea. Mi estabilidad no era la de antaño y cada vez que levantaba una pierna para darme impulso, la tensión de mi cuerpo iba en aumento. Aún así, he de decir que me lo pasé genial. No puedo decir lo mismo de las consecuencias: un intenso dolor de cintura y piernas me acompañaron durante el resto del día.
Patinando en Praga
Pensaba que nunca terminaría la hora que teníamos para patinar, pero llegó a su fin y fue quitarnos las botas y sentir un placer que no sabría plasmarlo con palabras. Lo mejor que podíamos hacer era tomarnos un buen chocolate caliente para entrar en calor. Y después, volvimos nuevamente a la zona del hotel para cenar y descansar, que al día siguiente nos esperaba otra de las excursiones que estaba ansiosa por hacer, y dado el estado de mis piernas, necesitaba un buen momento de relajación.

DÍA 5 - Terezin

Otro madrugón más. Pero daba igual, merecía la pena, ya que ese día ibamos a visitar el que un día fue uno de los campos de concentraciones de la Segunda Guerra Mundial: Terezin. Desde siempre me ha impresionado la historia de aquella época y, por lo tanto, estaba emocionada por hacer ese viaje. Nada más levantarnos y desayunar, nos fuimos a la terminal de autobuses situada al lado de la estación de metro de Nádraží Holešovice. Por sólo 3 euros, cogimos los billetes de ida y vuelta que nos llevarían a Terezín y en 50 minutos nos encontrábamos ya en la plaza Marktplaz, el centro del pueblo.

Nuestra primera impresión fue que habíamos viajado en el tiempo, trasladándonos a la época nazi. Estaba todo muy abandonado, todo era viejo en el lugar y el primer adjetivo que se nos ocurrió en el momento fue "decadente". Más tarde, navegando por la red, descubrí que Terezín fue hasta 1996 un asentamiento militar, pero desde que los militares dejaron la ciudad, casi no se ve ni un alma paseando por la calle, no se ve movimiento ni comercios abiertos. La economía del pueblo se ha visto bastante resentida desde ese momento y muchos de los edificios no son ya más que recuerdos de los años trágicos de la Segunda Guerra Mundial. Pero eso no nos hizo abandonar y en vez de sentir que habíamos hecho un viaje en valde, mis deseos de conocer el campo de concentración fue en aumento.

Justo delante de la plaza, está el Museo del Guetto, parada obligatoria para coger los billetes para entrar a los recintos más importantes (8 euros). Además, es recomendable empezar la ruta desde allí mismo, ya que nos permitió tener una visión global de la historia de la época y del pueblo en general. Nada más entrar y subiendo unas escaleras, nos encontramos con un mural que mostraban fotos de la época.
Museo del Guetto (Terezin)
Allí comienza una exposión que muestra tanto fotos de la época, como utensilios y objetos que pertenecían a los miles de judíos que vivían en el lugar. Desde muñecas y libros de texto que tenían los niños hasta herramientas de aseo y vestuario que utilizaban los mayores. También pudimos ver dibujos realizados por los más pequeños en los que se plasmaban el horror y la angustia de la época y los deseos de que todo volviera a ser como en épocas anteriores, cuando la vida en el guetto era feliz.


Museo del Guetto (Terezin)
También se podía ver un documental con testimonios de personas que lograron sobrevivir al holocausto, pero no pudimos disfrutar de ella, ya que para cuando nos dimos cuenta, la sesiones en español e inglés ya habían finalizado. Así que mapa en mano, salimos del museo para seguir la ruta de los otros recintos que incluía la visita. Nuestro siguiente destino eran los barracones, pero no supimos distinguir qué edificio era, porque la mitad de los edificios están abandonados y no tienen ni placas ni textos informativos para saber cuál es cuál. Lo mismo nos pasó con el crematorio, que según el mapa estaba muy cerca de la plaza principal, pero más tarde supimos que tal edificio se encontraba ya fuera de lo que es la fortaleza grande, y por mucho que dimos vueltas, tuvimos que desistir ya que tampoco había gente a la que poder preguntar por la calle.

En ese punto de la visita, decidimos comer algo porque la fortaleza que albergaba el campo de concentración estaba a unos 15 minutos a pie del centro del pueblo y preferíamos comer algo antes de dirigirnos allí. La verdad es que la variedad de restaurantes y bares brillaba por su ausencia y comimos en el único que estaba abierto en esa época del año, un restaurante italiano bastante cuco, pero con poca clientela.

Sabíamos que el horario de visita del campo de concentración era bastante reducido y tuvimos que darnos un poco de prisa. Pero no sin antes ver el monumento que recuerda a las miles de personas que fallecieron tanto en el guetto como en el campo de concentración. El monolito se encuentra en una de las orillas del río Labe, en el que esparcieron las cenizas de los difuntos.
Monolito en Terezin
Y sin perder más tiempo, nos encaminamos hacia la fortaleza pequeña donde, entre sus muros, estaba el Campo de Concentración de Terezin (Theresienstadt). Lo primero que me sorprendió fueron las dos grandes figuras que reinan en la explanada donde está ubicado el gran cementerio judio: una enorme estrella de David y una cruz cristiana. Allí, en la mismísima entrada, fueron enterradas algunas de las personas que murieron en el lugar, muchas de ellas aún sin identificar.

Cementerio de Terezin
Nada más entrar, el guía se ofreció a hacernos una visita guiada (al parecer, eramos de los pocos que habiamos decidido ese día ir a visitar la zona, sólo nos cruzamos con otra pareja más). Y menos mal, porque no había en todo el recinto ni un triste letrero, ni una placa informativa. Nada. He decir que estabamos al día sobre la historia del campo de concentración porque días antes la leimos por Internet, pero siempre es mejor tener a alguien que te vaya explicando las curiosidades y anécdotas del lugar. Te hace acercarte más a la historia, sin conformarnos quedarnos con lo global. Fue menos de una hora de visita, todo ello en un inglés perfecto. Daba gusto llegar a algún lugar y entender lo que estabas viendo, porque (y esto es un punto en contra) de los sitios a los que habíamos ido en esos días, muy pocos de ellos tenían letreros explicativos en inglés). Menos mal que con la guía que me prestó mi amiga Oihane ibamos sabiendo más sobre la historia del lugar en concreto.

Durante la visita, pudimos ver la enfermería, los barracones, las duchas, las celdas y los patios. También nos adentro en un túnel de casi un kilómetro que transcurre por entre los cimientos de la fortaleza y por donde los reclusos iban de parte a parte. La verdad es que llega un momento que empiezas a angustiarte. También nos llevó a una zona desde donde un judío intentó escapar trepando por la pared.


Un poco de historia sobre el lugar:

En 1940 la Gestapo la convirtió en prisión. Un año más tarde, se convirtió en guetto donde se preparaba el exterminio de los judíos. Todo estaba preparado para que, de muros para fuera, creyeran que era una colonia judía modelo. En realidad, nunca llegó a ser un campo de exterminio porque no terminaron de instalar las habitaciones de gas, pero de los 150.000 judíos que fueron recluidos en el campo y el guetto, unas 88.000 fueron enviados a campos de exterminio, la mayoría a Auschwitz. Al finalizar la guerra, sólo quedaron 17.000 supervivientes, de ellos únicamente 93 eran niños.

En 1944, miembros de la Cruz Roja visitaron el lugar y les hicieron ver que en Terezin era todo felicidad. Escogían a los más sanos y mejor arreglados para que fingieran vivir muy bien. Incluso "familias" enteras se paseaban por las calles como si en realidad fuese libres. Se rodó también una película ("El «Führer» regala una ciudad a los judíos".

Allí también se puede visitar un pequeño museo que muestra una variedad objetos, fotos y ropa rescatada de la época. A las 16:30 cerraron el lugar y nos fuimos hacia la parada del autobús para volver al hotel. Como llegamos pronto a Praga, decidimos ir a visitar la Torre de Televisión de Žižkov. Una estructura, en mi opinión fea. Mide 216 metros y pesa 11.800 toneladas. En 2000 colocaron esculturas de unos bebés gigantes que de verdad que dan una cosita...


Subimos hasta arriba y como pudimos hacer el día anterior desde la Torre de Petrín, disfrutamos de otra de las visitas de Praga que merece la pena contemplar: una vista nocturna de 360º de la ciudad. Impresiona de día e impresiona de noche.


DÍA 6 - el Barrio Judío y las 6 sinagogas

Otro día más y otro día menos. El viaje llegaba a su fin y cada día que pasaba más me enamoraba Praga. El sexto día tocaba acercarnos al Barrio Judío que días antes había recorrido. Esta vez fuimos pronto para que nos diese tiempo a ver las 6 sinagogas y el cementerio. Por unas XXX coronas, compramos el ticket conjunto para acceder a todos los sitios. También nos engañaron para alquilar dos guias en español, de esos que son como un telefonillo y tienes que ir con él pegado a la oreja. Y digo nos engañaron porque con uno solo nos valía, ya que se escuchaba bastante bien sin necesidad de acercártelo tanto.

En el recorrido pudimos aprender un poco más sobre la cultura judía y sus costumbres y vimos muchos objetos que utilizaban en su día a día y festividades.


También visitamos el cementerio, donde se acumulaban miles de tumbas, unas apiladas encima de otras por la escasez de espacio. Cada lápida tenía una inscripción y el dibujo que mostraba cada una estaba relacionada con el oficio de los difuntos.


La visita nos llevo medio día y para la hora de comer, ya no sabíamos que más visitar. Nos quedamos con las ganas de visitar el Museo de la Técnica que está junto al Parque Letná, pero como bien he dicho antes, cierra muy pronto y no nos merecía ir para estar sólo un rato. La última tarde en la ciudad la pasamos paseando por entre sus calles y disfrutando de nuestras últimas horas de las vacaciones. Pasamos nuevamente por el Reloj Astronómico, cruzamos el Puente de Carlos... Y nos marchamos al hotel, a preparar las maletas y planificamos los quehaceres de la última mañana en la ciudad.

DÍA 7 - Día de partida

Y, como ocurre siempre, todo lo bueno llegó a su fin. Recogimos todo, pagamos el hotel y dejamos las maletas en la consigna, ya que no teníamos que acercarnos al aeropuerto hasta el mediodía. Fuimos de tiendas y compramos algunos recuerdos para traer a casa, ya que, como siempre, lo habíamos dejado para el último día. Y volvimos al hotel, esta vez, para marchar definitivamente. Como no queríamos volver en taxi al aeropuerto (ya que a la llegada nos cobraron más de lo que nos tenían que haber cobrado), cogimos el metro que hacía enlace con el autobús que nos llevaba al aeropuerto.

En el trayecto, nos ocurrió algo muy curioso: empezó a nevar en el transcurso del viaje. Salimos con sol de Praga y cuando llegamos a la última parada del metro, nevaba con tantas ganas que nos acojonamos pensando que el avión no saldría. Y nada más alejado de la realidad, porque cuando ya nos disponíamos a despegar, tuvimos que esperar casi una hora porque con la nevada tan fuerte que caía, las alas del avión se congelaron y había riesgo de que al despegar, no se abrieran unas rendijas que tienen las alas.



Por consiguiente, también llegamos tarde al aeropuerto de París para coger el enlace hacia Bilbao. Por mucho que corrimos por entre las terminales, no fuimos capaces de llegar a tiempo a la nuestra. Menos mal que nos alojaron en un hotel de la zona y nos cambiaron el vuelo a uno que salía a primera hora de la mañana siguiente.

El domingo a la mañana aterrizamos en Bilbao con unas ganas tremendas de pillar el sofá y dormir durante horas y horas. Fueron 7 días increibles y aunque, supuestamente, las vacaciones son para descansar y relajarse, nosotros no tuvimos muchos momentos de descanso y creo que llegamos más cansados de lo que nos habíamos marchado. Pero sarna con gusto no pica.


jueves, 26 de abril de 2012

Mi nuevo descubrimiento: Instagram

Parece que las crónicas sobre mis últimos viajes a Praga y Francia se me están resistiendo. Pero he de decir que últimamente tengo más ganas de escribir. Últimamente estoy de buen humor. No sé si será que todavía tengo la felicidad esa post-vacacional (que normalmente suele ser al reves, que nos sentimos peor a la vuelta). Pero es así y me alegro, porque hacía tiempo que no dedicaba unas horillas a practicar las cosas que más me gustan como escribir, la fotografía, la lectura o hacer manualidades (pronto escribiré sobre el cuadro que tengo en mente, faltan unos cuantos arreglos...).
Hoy, de hecho, vengo con un nuevo descubrimiento que he hecho relacionado con la fotografía y las redes sociales: el programa Instagram. Llevaba tiempo oyendo hablar sobre el programa, pero parece que mi móvil está llena de aplicaciones y hasta hoy no he decidido hacer una limpieza y dejar sólo los esenciales para el día a día.

Instagram, una aplicación gratuita para iPhone, iPad y Androids, permite compartir fotos y aplicar efectos fotográficos somo marcos, filtros y colores varios. Además, te da la opción de compartirlas mediante Facebook, Twitter, Tumbrl y Flickr. Con ellas podrás lograr sacar fotos al estilo Polaroid que tanto me gustan.

Cogiendo la idea de un blog que sigo y me encanta (Our Road Movie), he decidido ir colgando en el blog varias fotos que haga durante la semana utilizando Instagram. De momento, dejo las dos únicas que he hecho hoy seguido de descargar la aplicación.

Cuadro made by Irati

La luz que guía mi camino...

Lo dicho, en unos días vuelvo con más fotillos. Eso sí, siempre que a Lorenzo le apetezca hacer de vez en cuando alguna visita para poder disfrutar del tiempo que supuestamente tendría que hacer a estas alturas del año. Se me está olvidando que ya estamos en primavera....

domingo, 22 de abril de 2012

Mucho que escribir y poco tiempo...

Se me acumulan las cosas. Todavía tengo pendiente de finalizar la crónica sobre mi viaje a Praga allá por enero y acabo de  volver de nuestra ruta en coche por Francia. Nuevas experiencias, nuevas fotos y nuevas ideas que intentaré plasmar en la mayor brevedad posible. De momento, espero poder terminar el texto sobre la República Checa esta misma semana, y prometo ponerme en marcha con el del viaje a Francia...

Hoy es mi último día de vacaciones y tengo una agenda bastante apretada. Visita a familiares, quedada con mis amigas, recibimiento de abrazos, besos y regalos por el día de mi cumple ya que al estar de vacaciones ese día, no tuve la oportunidad de recibir todo el calor y cariño de mi familia. Aunque no es cosa de la que me pueda quejar, ya que ese día especial la compartí con una de las personas más especiales que existe para mi en este mundo (a parte de mi familia, por supuesto). La persona que día a día me da su amor (aún estando a kilómetros de distancia) y hace que con el paso del tiempo me vaya convertiendo en mejor persona.